El hombre es un ser apelado, cuestionado por la Vida de manera permanentemente, si bien la soberbia natural del ser humano lo hacen ubicarse en el rol de cuestionador, por lo cual suele increpar cuando en su camino le acontecen episodios infelices ( preguntas, como ¿por qué a mí? ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? es muy común), la realidad es que su rol del hombre es el del cuestionado, siendo la Vida la que espera respuestas nuestra, y no hacer preguntas.
¿Qué vas a hacer ahora con esto que te está pasando? Esa es la pregunta a responder.
Si comprendemos que la Vida no es lo importante, sino la oportunidad para hacer algo importante, algo pleno en vivirla para algo y/ o “para alguien” (un día más para nada o para nadie ¿para qué quiero vivir?; pero un día más, para hacer o para dedicárselo a alguien, merece todo el esfuerzo que hagamos para poder vivirlo), comprenderemos que es ella, la Vida, la que en definitiva nos hace una gran pregunta inicial: ¿qué vas a hacer conmigo, para qué me vas utilizar, cómo vas a aprovechar esta oportunidad que es vivir? Y cada uno de nosotros, le ha dado respuesta. Algunos son más conscientes que otros de haberlo hecho, pero todos le hemos respondido.
Esta respuesta dada tiene aspectos conscientes y aspectos que no lo son. De los conscientes, por ejemplo, puedo citar mi deseo de casarme y tener familia, graduarme y trabajar como Coaching o como consejero, cumplir con alguna vocación solidaria, etcétera. De los inconscientes, me iré haciendo cargo, o apropiando de ellos, a medida que los vaya descubriendo. Porque esa respuesta dada es como un rollo de alfombra y vivir significa ir desenrollándolo a cada paso. Ya tengo toda la alfombra en mi poder, pero sólo conoceré su diseño definitivo cuando termine de desenrollarla por completo.
Pensemos que esa respuesta es como una piedra que até a un hilo y la arrojé hacia delante. Allí donde ha caído queda determinado mi Deber-Ser; hacia allí me encamino como meta, para encontrarme con la mejor versión de mí mismo.
Pero en el andar, en el vivir, me van sucediendo cosas y, como define Tolstoi en sus confesiones, puedo cruzarme con “puntos negros”, “interrupciones” de mi propia existencia, circunstancias que no me permiten seguir adelante sin resolverlas.
Y cuando tengo delante de mí una pregunta (¿qué vas a hacer ahora con esto que te toca vivir?), y no tengo respuesta, ese punto negro se constituye en un “vacío existencial”, que bien podría definirlo como un vacío de respuesta a preguntas que me hace la vida.
La pregunta puede ser cualquiera, desde un diagnóstico inesperado, una pérdida dolorosa, una crisis vital, un momento de confusión y desorientación, etc. El vacío es siempre el mismo: no sé qué responderle a la Vida viviendo este momento.
Es allí en ese momento que el Ser Humano requiere de acompañamiento, es allí donde cargamos con una pregunta abierta, tediosa a veces, siempre, sin respuesta. Y la tarea de los Consejeros o Terapeutas es ayudar a personas a responder este interrogante que la Vida ha abierto delante de sus ojos.
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